El incesante tecleo de la jornada laboral despide aires de aburrimiento y desencanto, una frágil pantalla vigila los ojos que se adormecen con el pasar de las horas, un ratón inquieto revolotea en la madera desgastada, sin fin de teclas son apuñaladas con alegria a veces,un pobre cliente cambia un pedazo de metal o papel, por un momento de placer y dolor al cual la vida lo ha llevado como siervo. Ahí estoy yo procesando todo ello para nada, pues al fin y al cabo termino inerte como una silla del local.
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